domingo, 11 de marzo de 2012

7ª PARTE. El chico de la moto


Cuando entré a mi casa estaba todo oscuro y en silencio. Me quité los tacones para no hacer ruido, pero no sirvió para nado porque me tropecé con la mesita de la entrada y tiré todo lo que había encima de ella. Mi compañera se levantó y me ayudó a recoger todo lo que había tirado. Ella era muy cotilla y no pudo evitar lo que había hecho hasta tan tarde.
-¿Qué tal te lo has pasado esta noche? – preguntó
-Muy bien ha sido una de las mejores noches de mi vida. – dije, aunque no pude evitar sonreír.
-¿Y a que viene esa sonrisilla? ¿Has ligado mucho?
-Pues la verdad es que en la discoteca en donde estábamos había un chico guapísimo…, creo que no tendría que estar contándote esto.
-Cuenta, cuenta. Tú sabes que yo soy de confianza y esto nunca saldrá de esta casa. – me dijo con un tono ansioso.
Y al final se lo conté todo, me dijo que Juan vivía a un par de calles de la nuestra y que también iba a mi misma universidad.
Al lunes siguiente no tenía fuerzas para levantarme, aunque me había pasado gran parte del domingo durmiendo, me seguía doliendo la cabeza y me dolía todo el cuerpo de no moverme en todo el domingo. Aún así me levanté, me vestí y me fui muy temprano para poder desayunar en la cafetería de la universidad. Cuando salí a la calle un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, ya que la diferencia de temperatura era bastante grande. Era una mañana fría y con mucha niebla, prácticamente no podía ver lo que estaba delante de mí. Cuando estaba a medio camino oí como una moto se acercaba a mí, me di la vuelta rápido y la moto pasó muy cerca de mí, tan cerca que hasta me caí al suelo. El chico que estaba en la moto se bajó y me ayudó a levantarme, cuando se quitó el casco supe quien era. Era el chico ese tan guapo de la discoteca, Juan. Cuando me ayudó a levantarme, me dijo que me llevaba en su moto y yo no lo dudé ni un segundo y me monté.
Llegamos bastante temprano y nos dio tiempo a desayunar.
-¿Qué tal pasaste el domingo? – me preguntó.
-Bueno… me pasé todo el domingo en la cama dando vueltas, no quería levantarme, el mundo exterior era demasiado cruel con mi cabeza.
-A mi también me pasó lo mismo.
-Bueno creo que ya es hora de que entremos a clase. ¿Qué tienes ahora? – me preguntó mientras pagaba el desayuno.
-Ahora me toca filosofía – le dije con cara de pocos amigos. - ¿Y a ti que te toca?
-A mí me toca trigonometría, creo que lo mío es peor -  me dijo con una cara igual que la que yo le había echado.
Y nos despedimos lo más rápido que pudimos porque ya llegábamos tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario