domingo, 8 de enero de 2012

Once de Marzo

Era once de marzo de 2004, ese día empezó como cual quier otro día con un sol radiante, esplendido, un sol que era más brillante de lo normal, se podía ver perfectamente desde mi apartamento. Esa mañana era el primer día de trabajo y madrugué para no llegar tarde. Iba a llevar una falda negra con unas cuantas capas de tul, que la verdad es que me quedaba muy bien, y una camiseta rosa palo de encaje. El pelo me lo recogí en un moño que no estaba muy apretado, algunos mechones caían encima de mis mejillas pero se me podía reconocer perfectamente. 
El trabajo empezaba a las ocho de la mañana, es decir, que en el tren tenía que estar a las siete y media. Mi trabajo estaba cerca de la estación de Atocha, a si que esa sería mi parada. Llegué un poco antes de lo previsto a la estación que estaba debajo de mi casa de manera que me subí al tren anterior del que tenía pensado. 
Cuando me subí me senté delante de una chica bastante joven, lo primero que me pregunté fue ¿A dónde va? También me fijé en la ropa que llevaba, llevaba un pantalón negro que le combinaba a la perfección con su pelo lacio y negro azabache. La camiseta era gris con algunos pequeños destellos de plateado, los zapatos eran unas bailarinas plateadas. Cuando el sol se posaba sobre los zapatos salían unos destellos de luz blanca. 
Fueron veinte minutos de viaje llegué a Atocha a las siete y treinta y cinco minutos, cinco minutos después se oyó una gran explosión. Nada más explotar cundía el pánico en toda Madrid y todavía más en la estación. Por suerte la bomba no explotó en la misma estación, explotó a unos cuantos metros de ella. Todo en mundo gritaba, lloraba, corría en todas direcciones, llamaban por teléfono a sus familiares para saber si estaban bien o por el contrarío estaban heridos. Todo era un caos donde nadie sabía nada. 
Mi primer impulso fue llamar a mi madre que vivía en Asturias. La llamé y le expliqué todo lo que había pasado y que no se preocupara por mí que no estaba herida. Después de llamar a mi madre corrí a ayudar a los bomberos. Cuando llegué allí solo se veían cuerpos inertes por el suelo y algunos supervivientes que estaban bastante heridos. Intenté ayudar todo lo que pude y estuve todo el día, viendo cuerpos de gente como yo que solo iba a trabajar y cinco minutos después están muertos, también habían algunos milagros de gente que había sobrevivido sin un solo rasguño, aunque de esos habían pocos y la mayoría estaban muertos, inertes, con heridas mortales. 
Ese día fue el más duro de toda mi vida, cada año voy a esa misma estación y me siento en el mismo banco donde me enteré que había explotado una bomba en el tren que me iba a montar, todo fue cuestión de media hora, media hora después y lo mas seguro es que yo estuviera muerta.
En ese atentado fallecieron ciento noventa y un personas, y hubo mil ochocientas cincuenta y ocho personas que resultaron heridas. En total explotaron diez bombas en diferentes trenes y estaciones de tren, y es hasta la fecha el mayor atentado en Europa que se ha cometido.

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