Ambos
nos acercamos y sentía como el corazón empezaba a latir muchísimo más rápido y
empezaba a ponerme muy nerviosa.
-Hola-
me dice con una sonrisa de oreja a oreja
-Hola
-Te
veo muy cambiaba, prácticamente no te había reconocido, has cambiado bastante
desde la última vez que te vi en el verano…
-Es
lo que tiene cambiar de verano a invierno y cambiar de la costa del sol a un
pueblecillo de Asturias perdido en la montaña. También me he tintado el pelo,
quería cambiar de aires.
-Bueno,
venga te invito a tomar algo por aquí. Cerca de aquí hay una de las mejores
cafeterías de Asturias.
-Bueno
vale, aunque todavía tengo que deshacer la maleta, pero bueno por pasar un rato
contigo lo que sea.
Los
dos nos quedamos en silencio después de mi última desafortunada frase. Me llevó
a una pequeña cafetería. Era una de esas cafeterías antiguas en las que al
entrar se huele a café y a croissant recién hecho.
Nos
sentamos en una mesa cerca de la ventana desde la que se podía ver una de las
más preciosas estampas que había visto nunca.
-Bueno
y que tal, ¿qué es de tu vida?- me dijo al sentarnos en esa pequeña cafetería.
-Todo
va bien, ¿y a ti como te van las cosas, algo nuevo en tu vida?
-Las
cosas podrían ir mucho mejor, pero no me quejo de nada. ¿Y a todo esto, que
haces tu aquí?
-Gané
una beca para venir a estudiar aquí, tenía muchas ganas de verte.
-Yo
también tenía muchas ganas de verte, te he echado mucho de menos.-me dijo con
algunas lágrimas saliendo de sus ojos.
En
ese momento tan inoportuno vino el camarero, yo pedí un capuchino con mucha
nata y el pidió un té de frutas rojas.
Cuando
terminamos nos despedimos en la puerta de mi casa con un abrazo que a los dos nos
supo a muy poco.
Cuando
entré por la puerta de la casa me fui directa a mi habitación, me encerré y no salí
de ahí en tres horas. Estaba pensando en lo que había pasado y lo que aquello significaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario