-Narra
James-
No sé
como había hecho Ali, pero me había convencido para que quedara con mi madre en
una cafetería y hablara con ella. Estaba bastante asustado, pero Ali iba a
estar ahí conmigo y eso me ayudaría a poder estar en una misma sala que mi
madre y hablar con ella.
No sé
muy bien como, pero cuando tenía unos dieciséis años la relación con mi familia
se cortó. Estaba semanas e incluso meses sin aparecer por casa. Lo peor de todo
es que parecía no importarle a nadie, solo mi abuelo parecía preocuparse un
poco por mí y muchas veces acababa durmiendo en su casa. Ahora que mi abuelo no
estaba conmigo no merecía la pena mantener el contacto con nadie. Nadie se
había preocupado por mí aunque apareciera por casa con un ojo morado y heridas
en la cara. Nunca le había importado a nadie. A los dieciocho, cuando me fui
definitivamente de casa, perdí todo el contacto que me quedaba con mi familia.
Gracias
a Ali iba a intentar recuperar un poco la relación con mi familia.
Cuando
llegué a la cafetería Ali ya estaba allí. Parecía algo cansada, me acerqué a
ella y le besé el cuello, ella se dio la vuelta y me besó en los labios.
-Buenos
días a ti también. – susurró Ali cerca de mi oído.
-¿Llevas
mucho tiempo esperando? – pregunté mientras me sentaba a su lado.
-No,
acabo de llegar, ¿A qué hora tiene que llegar tu madre?
-Se
supone que ya debería estar aquí.
Justo
en ese momento entró mi madre por la puerta y se acercó hacía nosotros. Me
tensé en un instante y Ali me cogió la mano para que me tranquilizara un poco,
solo era mi madre, no iba a pasar nada.
-Mi
madre es esa que acaba de entrar a la cafetería. – dije a Ali mientras
señalaba.
-Pues
entonces será mejor que me acerqué a saludar y decirle que estamos en esta
mesa, ahora mismo vuelvo.
-No,
Ali… Espe… - ya se había ido y no me podía escuchar.
Ali
se acercó a mi madre y la saludó y después se aproximaron a la mesa en la que
estaba.
-James,
no me habías dicho que tenías una madre tan simpática. – dijo Ali mientras se
volvía a sentar a mi lado y me cogía la mano.
-Hola
James. – dijo mi madre.
-Mamá,
¿Qué haces aquí y por qué quieres hablar conmigo?
-Verás…
Es sobre tu padre. Él y yo nos separamos hace un tiempo y creo que ya era hora
de que lo supieras.
-¿Ya
está? ¿Solo eso? Muy bien, gracias por la información. Ya te puedes ir.
-James…
-Ni
James ni nada. Estuvisteis ocultándome lo del cáncer y tuve que enterarme
cuando falleció el abuelo. No te mereces ni que te hable. Todos esos días que
he pasado fuera de casa, ¿De verdad no te dabas cuenta o te dabas cuenta y te
daba igual? Todos me habéis hecho mucho daño y para una persona a la que le
importaba no me dijisteis nada sobre su cáncer. Vete, no quiero saber nada
sobre ti.
Mi
madre se levantó y se fue.
-Te
has pasado mucho James. – dijo Ali que seguía sentada a mi lado, no me estaba
cogiendo la mano y cuando lo intenté la apartó.
-Es
lo que se merece.
-Nadie
se merece que lo trates así, ¡Nadie! Y menos aún tienes que tratar así a tu
madre. Mi madre no me dirigió la palabra en cinco meses, cuando murió mi padre
y mi hermano perdimos todo contacto. No nos hablábamos y prácticamente no nos
veíamos. Cuando estás así tanto tiempo cuesta mucho recuperar el contacto y es
mejor que lo recuperes antes de que sea demasiado tarde. Hazme caso.
-No
entiendes nada y nunca lo vas a entender.
-Lo
entiendo mejor de lo que crees. – dijo con la voz un poco cortada, iba a
ponerse a llorar.
Se
levantó y se dio media vuelta. Al girarse se le cayó un papel del bolso y lo
recogí. Era un billete de avión para mañana con destino España.
-Así
que te vas, ¿No? – dije mientras le devolvía el billete.
-James,
no… No es eso, déjame que te lo explique.
-No
hay nada que explicar.
Cogió
sus cosas y se dio media vuelta. Ahora si que la había cagado y no había vuelta
atrás.
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