Siete
de la mañana, el sol ya se colaba entre las cortinas y yo seguía metido en la
cama. Ese día empezaba mi nuevo trabajo, pero la cama era demasiado cómoda para
levantarme. Al final conseguí levantarme y me hice el desayuno, un café con
leche y un tazón de cereales.
Mi
apartamento era bastante pequeño y no sé como había hecho para que estuviera
tan desordenado si no llevaba ni un día allí. La ropa que había llevado el día
anterior, una gorra lila de los New York Yankies, unos vaqueros y una sudadera
que estaba un poco manchada de Coca-Cola debido a mi choque con Ali, estaba por
el suelo y había tres cervezas y cortezas de pizza de la noche anterior. Era
muy desordenado, lo había sido toda mi vida y mi madre se había cansado de
decírmelo. Los últimos dos años que viví con ella no entraba a mi habitación y
yo era incapaz de ordenarla así que siempre estaba hecha un caos, solo entraba
allí para coger la ropa y dormir. Ninguna de mis novias hasta ahora había
entrado a mi habitación.
Se me
estaba haciendo tarde, tenía que estar en el trabajo a las nueve de la mañana,
eran las ocho y estaba sentado delante de la taza de café vacía. Nunca más
quedarse despierto hasta las dos de la madrugada viendo la televisión. Había
dormido apenas cinco horas. Me puse una sudadera limpia y los pantalones que
llevaba el día anterior y por supuesto mi gorra lila de los New York Yankies. La
llevaba desde que tenía unos quince años y parece extraño, pero siempre me había
dado suerte y ese día no podía olvidármela en casa. Salí de mi apartamento y la
temperatura todavía era demasiado baja y aunque llevaba la chaqueta abrochada
seguía sintiendo frío.
Entré
a la estación de metro y había mucho ajetreo, miles de vidas que iban de arriba
abajo, a sus trabajos, a la universidad, a cualquier sitio y yo era uno más de
miles. Uno más que cogía el metro para llegar al trabajo a hora.
Cuando
estaba montado en el metro, a alguien se le desenchufaron los auriculares del móvil
y empezó a sonar una canción que me sonaba mucho. Una de mis canciones
favoritas. The A Team, de un artista que ahora no lograba acordarme. Fueron
unos cinco segundos, pero supe identificarla perfectamente. En ese momento era
mi canción favorita.
Bajé
del metro y salí muy cerca del lugar al que iba a ir todas las mañanas. Una de
las cientos de tiendas de Hollister que había en Londres. Mi nuevo puesto de
trabajo. Había conseguido este puesto de trabajo gracias a Internet. Yo era de
un pequeño pueblo cerca de Londres que se llamaba Canterbury, pero nos
tuvimos que ir de allí para mudarnos a España, así que dominaba perfectamente
el inglés y el castellano. Eso me había servido mucho mientras estaba
estudiando en España.
Fui
andando hasta la tienda y fuera había una persona a la que yo conocía. Esperando
en la puerta de la tienda estaba ella. Ali.
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