Había
sido una noche horrible, me había metido en el baño a llorar y había estado
allí horas y horas, aunque Katy me llamaba al otro lado de la puerta hacía como
si no la oyera, estaba sentada en el suelo con la barbilla
apoyada en las rodillas y notando como las lágrimas caían por mi cara. Al
principio me las secaba con pañuelos, pero después paré de hacerlo porque no
servia de nada. Cuando salí del baño el sol ya estaba saliendo y encontré a
Katy, con un pijama de felpa rosa, durmiendo al lado de la puerta del baño.
Parecía pequeña, indefensa allí dormida. Me daba pena despertarla, pero no iba
a ser bueno para su cuello que se quedará allí toda la noche así que la
desperté lo más suave que pude.
-Mmm...
¿Que pasa?- pregunto Katy con voz de estar todavía durmiendo.
-Nada,
Katy, sigue durmiendo.- susurré.
La
llevé a su habitación y la acosté en su cama, miré el reloj y eran las cinco de
la mañana. Me acosté en mi cama intentando dormir, pero no sirvió de nada. Me
puse a pensar y sin saber como me quedé dormida, solo me di cuenta cuando mi
ruidoso despertador empezó a sonar. La última vez que había mirado el reloj
eran las seis de la mañana, solo había dormido una hora escasa. Estaba
demasiado cansada. Pensé en quedarme en la cama todo el día, pero entonces Katy
entró a mi habitación.
-Buenos
días Ali - dijo con muy buen humor- ¿Como estás querida?
-Estoy
mucho mejor que anoche, gracias. Pero tengo bastante hambre, ¿Nos vamos a
desayunar?
-¡Por
supuesto! - gritó.
Salió
de la habitación dando un portazo y yo me puse a arreglarme. Cogí una camiseta
negra, unos vaqueros claros y mis Converse negras. Me peiné rápido y me puse un
poco de maquillaje, aunque no sirvió de mucho.
Cuando
salí de la habitación Katy también se había arreglado y se estaba poniendo unos
mocasines negros. Cuando me vio se giró y me dirigió una sonrisa. Salimos de la
casa sobre las siete y media de la mañana. La temperatura era muy baja y
cuando hablaba salía bao.
Katy
y yo desayunamos en una pequeña cafetería cerca de nuestro apartamento, me
despedí de ella y me fui a coger el metro para llegar a la hora a mi trabajo.
Cuando entré a la estación de metro me puse mi música en el iPod. Subí al metro
y cuando llevaba unos diez minutos dentro se me calló el iPod al suelo y los
cascos de desconectaron, justo cuando estaba sonando una de mis canciones
favoritas en ese momento The A Team de Ed Sheeran. En realidad, la música que
tenía se podía resumir en Ed Sheeran. Él y sus canciones me habían ayudado
mucho.
Llegué
al trabajo y la tienda estaba cerrada. De repente oí como alguien gritaba mi
nombre y antes de que me diera cuenta allí estaba James, delante de mí con su
gorra lila.
-¡Hola!
¿Que haces tu por aquí? - preguntó mientras se colocaba bien la
gorra.
-Pues
la verdad es que trabajo aquí, empiezo hoy. ¿Y que hace un chico como tú a
estas horas aquí?
-¿Un
chico como yo? Yo también empiezo hoy a trabajar, seremos compañeros de trabajo
como puedo ver. - rió James.
-Sí,
eso parece. – sonreí.
Los
dos nos quedamos allí, esperando delante de la tienda a que llegara alguien. La
conversación no era muy fluida y los silencios eran muy incómodos. Media hora después
llegó una chica rubia. Parecía que había estado corriendo y tenía la respiración
acelerada.
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