-Narra
Ali-
Jen
parecía simpática, tenía unos 35 años y era blanca como el papel. Su pelo era
rubio y sus ojos eran de color azul claro. Ahora Jen estaba de un lado para
otro colocando cosas y yo estaba allí con James.
-¿Qué
te parece trabajar aquí? – pregunté.
-Bueno,
no está mal. ¿A ti que te parece?
-Todo
parece como si no fuera real, como si todo esto fuera otro sueño más en los que
estoy en Londres, no me creo que ahora esta sea mi vida. Necesito que me
pellizquen para saber si esto es real y no es un sueño más.
Mierda
Ali, le estabas contando cosas que a él no le interesaban lo más mínimo.
James
me cogió la mano, su mano estaba caliente y me sentía cómoda cuando él me
sujetaba la mano. Entonces me pellizco en la palma.
-¿Te
parece que esto no es real? - preguntó.
No
pude evitar sonreír y mirarle a los ojos, esos ojos azul verdoso.
-No,
me parece muy real. – contesté mientras le miraba.
Todo a nuestro alrededor se congeló. De repente
notamos bullicio a nuestro alrededor eran las diez, hora de empezar a trabajar.
No vi
a James en todo el día, estaría demasiado ocupado. Ali, no puedes empezar a
comerte la cabeza, te ha cogido la mano para pellizcarte y ya está. No hay más
explicaciones, no te comas la cabeza. Eso intentaba pensar, pero solo había una
idea que rondaba mi cabeza, ¿Sería así James con todas las chicas? Supongo que
si, yo no soy especial y por lo tanto no hace falta que me trate de forma especial.
El
día terminó y yo seguía dándole vueltas a lo que había pasado con James aquella
mañana, cuando llegué a casa sobre las diez me fui directa a mi cuarto. No podía
cenar, seguía pensando en James. Me quedé dormida sin darme cuenta y cuando me
desperté estaba ya de día, pero era domingo, no tenía que ir a trabajar. Miré
el reloj y eran las siete de la mañana, ¿Qué hacía despierta un domingo a las
siete de la mañana? Me tapé la cara con la almohada y seguí durmiendo.
Me
volví a despertar tres horas después y oía golpes que venían de la cocina. Me
levanté y salí de mi habitación. Katy se estaba peleando con la cafetera.
-¿Por
qué no funcionas cacharro estúpido? – gritaba a la cafetera mientras le daba
golpes.
-¿Me
dejas probar a mí? – pregunté con voz ronca.
-Sí,
inténtalo.
Le dí
al botón grande y rojo que había en la cafetera y el café empezó a salir. Me
tomé una taza de café y me vestí, necesitaba salir por Londres y terminar de
creerme que mi nueva vida había empezado. Me puse un jersey negro y unos
pantalones rojos y salí a explorar la cuidad.
Fui a
Oxford Street, Buckingham Palace, Hyde Park, London Eye, Big Ben y otros muchos
lugares importantes de Londres. Empezaba a creerme que esa iba a ser mi nueva
vida.
Estaba
cruzando una calle e iba muy distraída con mis pensamientos y con la música, no
oí los gritos de las personas. No oí ningún grito hasta que un chico se abalanzó
sobre mí y me apartó de la carretera justo antes de que pasara un coche a toda
velocidad. Ese chico me acababa de salvar la vida. Podría haber muerto en ese momento, pero él me había apartado. Podríamos haber muerto los dos, pero ahí
estábamos, tirados en la carretera mientras un grupo de gente se ponía
a nuestro alrededor.
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